miércoles, marzo 26, 2008

Recuerdos de libertad (II)

Bueno, pues como lo prometido es deuda, en esta nueva incursión por el mundo del rock os seguiré hablando de mí, de esos pedacitos de placer y angustia que esperan encima de mi mesilla, rotos, hechos trizas, pero convencidos de que algún día les dedicaré tiempo y pegamento. Subid que nos vamos de paseo.

A los 10 años ya había descubierto a Leño (como ya sabéis), ya sabía lo que era el rock y lo que significaba ser un rockero. Empecé a llevar el pelo un poco más largo, alborotado, con un rizo para cada lado. En aquella época yo era el delegado de mi clase y los curas andaban un poco mosqueados conmigo. Conocí a un chaval de un pueblo de Toledo que estaba interno en mi colegio. Creo que se llamaba Ángel. Tenía un par de años más que yo, y como me pasaba a mí, no comulgaba demasiado con la disciplina cristiana. Su compañía y mi falta de interés por confirmarme y rollos de esos me pusieron en el punto de mira del padre Torremocha. Me llamó un día a su despacho y me dijo: “¿Qué te pasa? Deja de juntarte con ciertas personas y a ver si te pelas de una vez”. Ni caso.

Seguí a lo mío y en mi camino se cruzó otro tipo extraño, un chaval que jugaba en el Estudiantes (con Felipe Reyes) y que hablaba mucho de una banda americana que se llamaba Nirvana. Era 1991. Al cabo de unos días, se presentó en clase con un vinilo con un bebé desnudo en la portada y me dijo “tienes que escuchar esto”. Era el Nevermind. Al principio no me gustó, pero me lo grabé en una cinta de 90 y me lo ponía de fondo mientras hacia los deberes. A las tres escuchas ya era un auténtico fan de Kurt Kobain. Éste es posiblemente uno de los discos que más veces he escuchado. Durante un par de años pasaba los domingos en una casa en el campo que tenían unos primos míos en Añover del Tajo, y recuerdo que allí, sentado en un Opel Kadett y entre gol y gol del Madrid, me pasaba las horas muertas con “Smells Like Teen Spirit”, “Come As You Are” o “Territorial Pissings”. Con Nirvana dejé de ser un niño y me convertí en un adolescente más, en un pimpín que se creía capaz de todo, hasta de componer sus primeras canciones. Hice mis pinitos como compositor y llegué a grabar en un radiocasete un tema llamado “El Nada”. En mi barrio al menos gustó, jeje. Recuerdo que yo iba a 6º o 7º de EGB y tenía loquita a una chica que ya iba al instituto. En fin, como todo adolescente, soñé con ser una rockstar y me fijé en Kurt Kobain como modelo. Lloré su muerte en abril de 1994.

La música es un receptor de sentimientos. Un vivero de sensaciones. Un mundo desconocido al que accedemos por casualidad. No hay que hacer nada. Sólo esperar. Ella se encarga de llamar a nuestra puerta. ¿Misterio o realidad? Yo sólo sé que mis discos favoritos suelen estar relacionados con momentos puntuales de mi vida. Aunque no siempre es así. A veces las circunstancias pueden hacernos aborrecer un buen álbum. Es como una relación de pareja, llega un día que se rompe la magia y ya no puedes hacer nada por arreglarlo. Ni siquiera vale la pena luchar. O eso creo, lamentablemente. Pues a mí me pasó algo así con el ¿Y ahora qué? de Reincidentes. Un grupo que nunca ha estado entre mis favoritos, porque soy de los que piensan que música y política nunca deberían ir de la mano. Pero bueno, este disco me gusta, es muy bueno. Supongo que a mí también me tocó vivir mi época rebelde, más punky.

Corría el año 2000, yo era novato en el amor, y me gustaba demasiado golfear con los colegas. En octubre nos montamos un viajecito a las fiestas del Pilar de Zaragoza. Perfecto. Pero por aquel entonces yo andaba con una chica con raíces aragonesas que no dudó en apuntarse. Yo iba con mis colegas y ella con los suyos, y luego allí pues ya quedaríamos. En el recinto Interpeñas tocaban ni más ni menos que Reincidentes, que presentaban ¿Y ahora qué? y unos macarras de Hortaleza, los Porretas, que acaban de sacar su disco de versiones Clásicos. Un cóctel explosivo. Botellón en la puerta con whisky segoviano y coca cola light, sin hielo. Disfruté de lo lindo con “Dolores”, “No normal”, “Pongamos que hablo de Madrid”, “Txus”… me las sabía todas. Aquel fue un concierto como Dios manda. No faltó de nada, ni siquiera mi extraña costumbre de ir p’al barro. Pero la fiesta se torció y se me fastidió uno de los pocos discos de Reincidentes que creo que valen la pena. Era una noche de rock and roll, como dice Barricada, y nada ni nadie me podía controlar. Estaba en mi hábitat natural. Pero en pocos segundos pasé del calor del concierto al frío de mis primeras dudas de pareja. Después vinieron más y más. Por suerte sólo veté este disco un año o así, y hoy en día sigo escuchándolo. El tema “Hablando con mi cerebro” de aquel “problemático” álbum de los Reinci resumía perfectamente lo que yo sentía en aquel momento.

Todo lo contrario me sucedió a principios de 2003 (más o menos) con el disco A las doce de La Fuga. Por esas fechas yo estaba sumido en la búsqueda de nuevos sonidos, había retrocedido varios años en el tiempo y en mi discman (¡ya me estaba modernizando!) sonaban grupos como Eagles, The Band, Poco, Depeche Mode o… OBK. ¿Qué queréis que os diga? Cuando uno está enamorado se atreve incluso a ir a un concierto de Álex Ubago. Estaba en pleno periodo de introspección. Había encontrado mi camino al lado de la persona que más me ha impresionado jamás. Era un rockero de los de sombrero y vaqueros. Un auténtico cowboy urbano. Y como todo Romeo decidí un buen día sorprender a mi Julieta. Fui a verla sin avisarla, y pasamos un día inolvidable. Sólo estuve seis horas con ella, pero me habría quedado toda la vida. Era mi chica.

Ella, sorprendida o no, me llevó a dar un largo paseo en coche por interminables cuestas, mientras en el casete sonaba el A las doce de La Fuga. Seguía sin transmitirme nada. El cantante me parecía más empalagoso que David Bustamante y las letras eran de todo menos originales. Sin embargo, me lo bajé de Internet y empecé a escucharlo. Cada vez que lo oía recordaba aquel día, la música era lo de menos. Así que me enganché bastante a él. Un par o tres de años después los vi en directo y me parecieron muy buenos. Algo similar a esto me pasó con el Bajo palabra de los mexicanos Vantroi.

Son tantos discos y tantos momentos que llenaría mil folios, así que mejor os hago un pequeño resumen. A simple vista, me acuerdo del 12 canciones sin piedad de 091, que conocí en 1989 gracias a mi colega Mario, hoy presidente del mejor equipo de fútbol del mundo. Rose of Cimarron de Poco, que me regaló un auténtico vaquero en 1996 con una nota en la que ponía “entenderás este disco cuando cumplas 25 años”. Fue lo primero que escuché cuando cumplí un cuarto de siglo y se me pusieron los pelos de punta. Ten de Pearl Jam, que después de tres días buscándolo en CD me lo terminé comprando en cinta y lo escuché por primera vez en un viaje a Andorra en una C-15, A tientas y barrancas de Rosendo, Keeper of the seven keys de Helloween, Use your ilusion II de Guns N’Roses, Rosa de los vientos de La Frontera

Bueno, para despedirme por hoy os voy a dejar una cita de un temazo: "Mi ángel de la guarda está esnifando cocaína, ahora sé que yo no tengo salvación".
A ver si alguien sabe quien es el genio que escribió esto.

8 comentarios:

Emili Samper dijo...

Quieres una DS? Pásate por mi bloc, guapetón! :D
http://meoquidemanimo.blogspot.com/2008/03/meme-nintendero.html

Candela dijo...

Xiket te sales con cada nuevo artículo!!

Javier Díaz Plaza dijo...

Gracias. Se hace lo que se puede, jeje.

moonlight dijo...

vaya, me estás sorprendiendo... aparentas ser diferente...

Emili Samper dijo...

Dejando a un lado la chorrada que te he enviado esta mañana (una DS es una DS y tenía que intentarlo, jeje), me he leído ahora con más calma tu post.

Me ha encantado, nen. Me siento plenamente identificado con muchas de las cosas que dices (¿será la magia de la música?). Por cierto, inolvidables (por diferentes motivos) los conciertos de OBK en la Bikini y del Ubago en Salou. ¿Quién te iba a decir que iríamos, eh?
Un abrazo, nen! :D

moonlight dijo...

pues que bien, ninguno de los dos aparentamos ser lo que somos... buen fin de semana

Anónimo dijo...

he vuelto a visitar tu blog después de mucho tiempo y me ha sorprendido muy gratamente!! por cierto, son los burning

Neo

R@f dijo...

simplemente genial, la verdad es que en cierta manera y después de estar tanto tiempo juntos y haber pasado tantas cosas, veo que realmente no nos conocemos... podría escribir un relato muy similar al tuyo, cada uno tiene su historia y su forma de explicarla al mundo, pero es como algo que está ahí escondido, y cuesta salir, sabes?

realmente y aunque seamos amigos desde hace años, siempre hay una especie de barrera que es dificil de franquear, ya sabes, cuando sales con los colegas, beber, pasarlo bien... pero todas estas cosas quedan en un segundo plano a veces, no se si me hago entender... prefiero mil millones de veces esta sinceridad y complicidad que todas las noches de fiesta que podamos salir por ahí, porque así es como realmente estas conociendo a la persona que tienes al lado... momentos como estos son los que para mí son un verdadero regalo.

Gracias Javi.